<< MATRIZ>>, DE ROCÍO KUNST

Cuando una persona emprende un viaje al interior de la naturaleza su recorrido a menudo es el del viaje al interior de una misma.

 

La artista Rocío Kunst (Murcia, 1990) lleva tiempo explorando los límites del cuerpo en su relación con el espacio que lo rodea, tanto urbano como rural, interior y exterior. Su perspectiva es la de una fotógrafa sensible y detallista, que trabaja con habilidad el claroscuro en escenas domésticas, pero también sobre terreno arbolado. Capaz de expandir su proyecto creativo de la fotografía a la instalación y lo escultórico dentro de una coherencia conceptual.

 

En un contexto de redes globales donde el axioma de las rectas paralelas parece haber desaparecido pues todo se halla entrelazado o interrelacionado, la ramificación es un concepto significativo. Sin embargo, desde la rareza de la mixtura y el desencuentro entre lo que ya existe es posible la originalidad artística. De esto da buena cuenta la exposición individual titulada  Matriz / About my branches, de Rocío Kunst. 

Kunst toma elementos de la naturaleza muy concretos como refugio de transición y crea de forma original una serie de obras arraigadas a los tiempos que vivimos, expresivas, lúgubres pero reveladoras. Su proyecto About my branches, muestra por un lado lo íntimo del desnudo en fundición con la naturaleza, así como la porosidad de la piel, mediante la deconstrucción de la imagen femenina. Un cuerpo de mujer engastado en el hueco del tronco de un árbol, guarecido entre sus ramas, estirado a lo largo de sus raíces, interpela desde la ritualidad al espectador que duda si se trata de un cuerpo con vida, empoderado o inerte.

 

Algunas de las puestas en escena preparadas por Kunst para tomar sus fotografías nos hacen evocar las performances de Ana Mendieta, quien se servía del arte como un medio para expresar su dolor y sublimar sus obsesiones. La artista cubana expresaba la necesidad de fundirse con la naturaleza en la mayoría de sus acciones. Es un acto místico, metáfora del regreso a lo primario, que podríamos entender como una cierta religiosidad primitiva desde el ritualismo, a la vez real y simbólico. Ese ritualismo nos permite establecer una analogía con la liturgia presente en la obra de Kunst.

 

Si bien Mendieta insistía en una entrega ceremonial del cuerpo, su ejemplo evidencia la trascendencia que tiene para el arte contemporáneo dicha comunión con los elementos naturales mediante una liturgia. La artista cubana, afectada por una relación sentimental que a menudo ha sido definida como masoquista —sobre la cual incluso se ha llegado a especular si fue su pareja, otro afamado artista, quien propició la caída que le provocó la muerte—, tocó fondo y buscó en la naturaleza un refugio.

A propósito de la neutralización de la impureza, Julia Kristeva nos explica que «a diferencia de lo que entra en la boca y nutre, lo que sale del cuerpo, de sus poros y de sus orificios, marca la infinitud del cuerpo propio y provoca la abyección. Solo al precio de esta pérdida el cuerpo se hace propio». El fluido que empapa progresivamente un cuerpo, es orgánico y abyecto, aunque cierre con una imagen purificadora. «El que asume la abyección del deshecho —como, de una manera más abstracta, el dinero o el becerro de oro— es el cadáver», recuerda Kristeva.

 

Por lo tanto, nos preguntamos si en última instancia la protagonista de estas fotografías ha renacido o está renaciendo, de algún modo, en el momento en que es retratada. Pues el cuerpo aparentemente sin vida, transformado en deyección, elemento híbrido entre lo orgánico y lo inanimado, es el reverso de «una humanidad cuya vida se confunde con lo simbólico». En este punto el cuerpo femenino incrustado en la naturaleza vuelve al paisaje abstracto en blanco y negro.

El desnudo, de por sí, resulta desafiante, en especial fuera de contexto. Puede que los desafíos a la norma tengan que ver con cómo se espera que se procese el dolor cuando se es mujer en las sociedades occidentales del siglo XXI. Virginie Despentes, en su libro Teoría King Kong, señala la existencia de un dispositivo cultural que predestina a la mujer, frente a las relaciones sentimentales, a regocijarse en el dolor de su propia impotencia, de la superioridad del otro. La autora entiende que este supuesto se encuentra instalado en la moral judeo-cristiana, lo cual la lleva a afirmar lo siguiente: «Hay una predisposición femenina al masoquismo que no viene de nuestras hormonas, ni del tiempo de las cavernas, sino de un sistema cultural preciso, y que tiene implicaciones perturbadoras en el ejercicio que podemos hacer de nuestra independencia. (...) Que nos atraiga lo que nos destruye nos aparta siempre del poder».

 

El arte contemporáneo ha tratado de subvertir tal mecanismo para romper con los estereotipos de género a lo largo de las últimas décadas, siendo las primeras del siglo XXI el momento en el que más se ha intensificado o visibilizado la ruptura. Especialmente a través de acciones llevadas a cabo por artistas multidisciplinares comprometidas con la causa feminista y la lucha contra el ideal del amor romántico que genera desigualdades, así como la aceptación de mecanismos de control y violencia hacia las mujeres en su entorno familiar o de pareja. El cuerpo como templo a la vez que campo de batalla, refugiado en la naturaleza, solapándose con madera, tierra, hojas, ramas, salvia purificadora y vigorizante.

Quizás lo más difícil de afrontar ahora mismo sea la necesidad de refugios naturales para la supervivencia humana. Si durante décadas se ha dado la espalda al calentamiento global, negando el cambio climático y tantas otras cosas que han llevado a nuestro planeta al extremo, es momento de tomar conciencia. A comprender los aparentes sinsentidos de la vida nos ayuda el arte en su valiosa labor didáctica y comunicativa.

 

Por lo tanto, la obra de Rocío Kunst se exhibe desde 2021inaugurando una década de esperanza para cambiar las dinámicas tóxicas y reorientar nuestra relación con el entorno natural, del cual no somos más que una ramificación.

 

Matriz / About my branches nos recuerda que cada persona está a tiempo de sumar en un ecosistema al que la solemnidad de las imágenes infunde respeto.

 

Marisol Salanova, crítica de arte y comisaria.

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